miércoles, 5 de septiembre de 2012

Cosas que pasaron durante el tiempo que abandoné el blog - tomo 2


Apareció un fantasma en mi casa. Lo que estoy a punto de contar está supeditado a las ganas que tengan de creerme, pero yo les juro, en mi casa había un fantasma.

Resulta que a veces me da miedo dormir sola, porque escucho ruidos que vienen de afuera y pienso que va a entrar alguien por la terraza para violarme. La mayoría de las veces tardo en entender que los ruidos vienen de lejos, pero aún después de eso sigo teniendo miedo, y doy gracias a la niña que llevo dentro por haber mudado a Chiche conmigo. Chiche es mi oso de peluche y lo abrazo sin vergüenza mientras duermo (salvo cuando comparto la cama con G, en ese caso tiro a Chiche al piso y pienso que le estoy siendo infiel. Eso sí me da vergüenza).

Durante varias noches tuve más miedo de lo normal, escuchaba más ruidos, veía sombras, me sentía inquieta. Creí que estaba sugestionada, y probablemente lo estaba, pero no podía lidiar con el susto y me dio insomnio. Un día, cuando después de infinitas vueltas logré dormirme, tuve pesadillas. Soñé que había alguien en mi casa, estaba ahí, adentro, escondido esperando el momento. Yo buscaba y no lo encontraba, pero estaba segura y escuchaba su risa. De pronto apareció una compañera de trabajo, me sacudía por los hombros y me decía desesperada “despertate, hay algo en tu casa pero no es lo que vos pensás, despertate”. Y me desperté pegando un salto en la cama, toda transpirada sin entender si había estado soñando o pensando. Miré el reloj, 4:33am. Me quedé acostada a oscuras, petrificada con los ojos muy abiertos y agudizando el oído, podía escuchar mis propios latidos. Sentí la presencia en mi habitación, no puedo explicarlo, pero supe que no era una persona y que si había algo no iba a ser precisamente agradable. Pensé en salir corriendo, en llamar a mi mamá, en gritar. Me quedé inmóvil en la cama. Esperé a que pasara algo.
Y ahí estaba, una especie de energía que se me metió en el cuerpo entero entrando por un costado y saliendo por el otro, dos veces, de izquierda a derecha y de derecha a izquierda, como un escaner, un zumbido muy fuerte que seguía ese movimiento y una vibración intensa. No puedo describirlo de otra manera, fue una sensación que no puedo comparar con ninguna otra que alguna vez haya tenido, sólo sé que fue horrible. Y después nada, nada de nada, el aire era más liviano y lo que fuera que había pasado no podía explicarlo. Me aseguré de que estaba despierta. Estaba muy despierta.

No sé cómo hice para volver a dormirme pero lo logré. Al día siguiente en el trabajo no pude aguantarme las ganas y decidí enfrentar la posibilidad de que todos pensaran que estaba loca, lo conté. Para mi sorpresa a nadie le pareció extraño, cada uno tenía su propia historia. Me hicieron preguntas. ¿Se te están cayendo las cosas en tu casa? Sí, se cae todo, los adornos, las sillas, hasta se me rompió una fuente. ¿Se te mueren las plantas? Sí, empezó con una planta que Gladys cambió de lugar y después se empezaron a secar todas. ¿Se te tapan las cañerías? Sí, de hecho tuve que llamar al plomero dos veces en quince días porque se tapa el inodoro. ¿Te despertás a las 4:30? Sí, cómo sabés. Porque a esa hora hacen rituales de umbanda, mucha gente se despierta, dijeron, tenés algo. Después le hicieron preguntas a un péndulo del tipo ¿hay mal de ojo? ¿magia negra? ¿fue Gladys? Parece que si se mueve en círculos significa que sí.
A esa altura yo ya no sabía que pensar. Qué creer. O mejor dicho si creer o no. Las que rezan que recen por mi, concluí, y me pidieron mis datos completos porque conocen gente que me puede limpiar.

Decidí no pensar más en el asunto, me lo imaginé, no tengo nada en mi casa, es una locura, no puede ser, esas cosas no pasan, creo que una vez vi ovnis en San Luis con mi ex novio y otra vez soñé que algunos muertos me decían cosas, pero esto es distinto, esto no pasa.
Esa noche lo obligué a G a que durmiera conmigo, y a la noche siguiente y la otra. Él pensaba que era una boludez, pero igual se quedó.

Nunca más pasó nada semejante.
Tampoco se siguieron cayendo cosas, el inodoro no se volvió a tapar y mágicamente revivieron todas las plantas.
A veces me sigo despertando a las 4:30, estiro el brazo, lo agarro a Chiche y me tapo la cabeza con la frazada.

Por las dudas.



Cosas que pasaron durante el tiempo que abandoné el blog


La eché a Gladys. Echar a alguien te convierte en adulto automáticamente. La eché porque mi mamá me obligó, así que a la adultez todavía la pongo en cuestión.
Gladys me cobraba muy barato y era de confianza, limpiaba mal, alegando problemas de vista, pero por lo menos limpiaba este quilombo. Venía a mi casa lunes por medio durante mi horario laboral. Rara vez nos cruzábamos, por lo que nuestra comunicación se basaba casi exclusivamente en notitas de ida y vuelta sobre la mesa, y en puteadas que yo le dedicaba a su madre cuando, ya en su ausencia, me daba cuenta de que no había limpiado el espejo como yo le había pedido, me había desteñido alguna remera, desenchufado el modem, o cosas más graves como tirar toda mi cosecha de marihuana a la basura “sin querer”.

Como ya dije alguna vez, tener empleada doméstica me genera contradicciones. Por un lado, tener una chica que limpie mi casa me da culpa. Por qué no puedo hacerlo yo, si es mentira que no tengo tiempo. Lo que no tengo son ganas, y el hecho de que otro se haga cargo de mi propia mugre me hace sentir una niña mimada. No me gusta. No me gusta pero me banco la culpa antes de tener que hacerlo yo.
Por otro lado nunca sé cuál es el mejor modo de llamarla cuando hablo de ella: la chica que trabaja en mi casa, la muchacha que limpia, la empleada doméstica, la shikse (oh dios no me dejes nunca decirle shikse) o simplemente por su nombre. En ese afán progre de no querer parecer despectiva, peyorativa o burguesa, creo que termino eligiendo una mala opción: digo Gladys a secas, pero asumir que su nombre puede denotar su trabajo, y que la gente va a entender que estoy hablando de ella, me resulta un poco choto. Ahí me pierdo, porque en realidad no sé qué tiene de malo su trabajo y entonces debería decir “la empleada”. Puede que sea discriminación encubierta y no voy a defender lo indefendible.

En fin, Gladys, que también trabajaba en la casa de mi mamá, se enojó con ella porque la retó, y entonces la dejó en banda, le mandó las llaves y no volvió nunca más. Pero a mi casa sí volvió, y medio que se hizo la tonta al respecto. Mi mamá me obligó a echarla y yo no quería, pero la eché. Me dio un poco de bronca su cara de sorprendida cuando se lo dije, y también un poco de satisfacción, porque en realidad yo a Gladys la odiaba, cuestión de piel. Lo que pasa es que después le conté a mi vecina, que la había contratado bajo mi recomendación, y terminó echándola ella también. Hice el cálculo de cuánta plata estaba perdiendo Gladys y se me fue la satisfacción. Pobre. Bueno, que se joda por boluda, qué esperaba, uno no renuncia sin comunicarlo.

Ahora hace dos meses que tengo el teléfono de Vivi, que trabaja en lo de mi amiga L, pero no la llamo porque estoy tratando de comprobar que puedo hacerme cargo de la limpieza de mi mugre. Lo cierto es que no puedo, o no me sale muy bien, el piso de mi cocina es un asco.
Un día me fui a trabajar y G se quedó durmiendo en mi casa. Cuando volví ya no estaba, pero durante mis horas de ausencia, él había limpiado y ordenado todo, hasta pasó la aspiradora y prendió un sahumerio. Mejor que Gladys. La llamé a mi mamá para contarle la proeza de G y ella me dijo “casate, vos casate”.
Bueno, no sé.